Sebastià Gili Vives nació el 1811 en Artà, tercer hijo de los agricultores Miquel Gili y Literas y de Antònia Vius y Artigas.
Educado cristianamente, en 1826 empieza a estudiar en la Universidad «Luliana» de Mallorca. Obtiene beca para estudiar en el seminario y empieza en 1830, año que muere su padre.
El 4 de abril de 1835 fue ordenado sacerdote; fue enviado a la parroquia de San Jaime de Palma de Mallorca, donde llega el 2 de julio de 1835.
Desde 1844 hasta 1866 fue administrador, prior y director del Hospicio y Inclusa de Palma, donde había 250 expósitos; también dirigió el Hospital General y la Casa de Misericordia.
En 1858 se hace terciario agustino y trabaja para fundar una congregación religiosa: el 4 de diciembre edita los estatutos de las Hermanas del Amparo Terciarias de San Agustín, que se dedicarían a la caridad y la atención a enfermos y necesidades, en hospicios e inclusas.
El 6 de febrero de 1859, cuatro hermanas empiezan la vida de la comunidad. La congregación recibe 1860 el antiguo convento de la actual plaza de Josep María Quadrat, y se encargan de la atención en el hospital de Palma, además de atender enfermos a domicilio.
En 1863 se encargarán también de la Casa de la Misericordia. El 8 de abril de 1864, el obispo de Mallorca nombra Gili superior de la congregación, que va creciente. En 1865 empiezan a dirigir un colegio, entrando también en el campo educativo.
El Vicario Capitular y la Junta Municipal de Beneficencia de Ibiza solicitaron, en 1867, los servicios de las hermanas agustinas en el hospital de Ibiza. Concedido el permiso, Sebastià Gili se trasladó con cuatro hermanas y constituyó una comunidad en Ibiza, el 2 de septiembre de 1868.
En 1875 inaugura el Colegio de la Consolación.
El 30 de julio de 1883, Gili fue nombrado canónigo de la Catedral de Palma, cargo que compagina con el de superior de la congregación hasta que en 1893, a causa de su edad, presenta la renuncia como superior, siente sucedido por el sacerdote Francisco Arrom.
Retirado en Artà, murió el 11 de septiembre de 1894
La Congregación quiere ser esta tierra que se dispone por la siembra, que se abre todavía con el dolor de la reja, para acoger confiada la semilla de la mano del sembrador; para cerrarse con la semilla acogida y asimilarla en la profundidad de su sí; es tierra que sabe esperar paciente durante la crudeza del invierno y se deja abonar por la gracia de la oración.
Las islas Baleares fueron en el pasado un *semillero de vocaciones en la vida consagrada y fueron varias las Congregaciones nacidas en el siglo XIX, entre ellas la de las *Agustinas Hermanas del Amparo.
Ya en la segunda mitad del siglo XVIII se produjo un cambio en el seno de la iglesia de Mallorca surgiendo las primeras instituciones femeninas de caridad, potenciándose y creándose nuevos hospitales, hospicios y casas de caridad; se fundó la real casa de *expósitos llegando a ser relevando la presencia de algunas congregaciones femeninas.
Con ideas muy claras D. Sebastián Gili Vives decidió fundar una Congregación religiosa. Avanzándose a los tiempos comprendió que no se tenía que excluir de esta Congregación-modelo a las mismas jóvenes expósitas formadas en la Inclusa .Con estas mismas, seleccionadas, empezó el ensayo del proyecto de la Congregación. El 6 de febrero se hacía real su instalación en la Inclusa de Palma. Cuatro mujeres de gran temple, mucha piedad, inquietas y preocupadas por los otros asumieron el ideal de vida que movió a D. Sebastián y pusieron los cimientos de la obra tomando el hábito y correa. Todo se completó con la carta de hermandad concedida a la Congregación por el P. Arnau, Comisario Apostólico de la Orden de San Agustín. Nacían las Hermanas del Amparo, agustinas por los cuatro lados, porque se dedicaran en cuerpo y alma a la completa atención de aquellas criaturas. Aquí fue donde D. Sebastián puso los cimientos del gran edificio que empezaba a construirse. Y así empezó a andar la Congregación.
El espíritu religioso que estaban animadas las hermanas, su abnegación, sus actos de extraordinaria caridad con que atenían y cuidaban a los expósitos y el fervoroso apostolado atraía la atención de numerosas jóvenes que sintiendo la vocación religiosa, pidieron y consiguieron ser admitidas en la Congregación. Una vez más vemos al trabajador incansable, llevando además el timón de la Congregación, nada fácil en los comienzos.
Rápidamente empezaron a llegar vocaciones de todas las clases sociales, algunas de la misma inclusa que veían en aquel sacerdote humilde un hombre de Dios y querían imitarle.
Nos dejó encargado sobre todo la cura maternal de los niños abandonados, atendiendo con ternura y paciencia sus necesidades; la cura a prodigar los servicios y consuelos a los enfermos, mitigando sus penas con la dulzura de nuestras palabras; el celo a inculcar el bien y separar del mal a los pobres, dispensándolos todas las curas que su miseria reclama y la enseñanza de la doctrina cristiana y otras ramas del saber, serán fuentes perennes de caridad, pues la religiosa es un ángel que Dios envía a la tierra para derramar el bálsamo del consuelo sobre toda clase de penas y amarguras; a la religiosa no le asusta cruzar el mar, ni le atemoriza el trabajo para llevar que sea. En alas de la caridad vuela a todas partes donde la llama su ministerio.
Impregnadas de la doctrina de San Agustín, iniciaron con sencillez y heroica generosidad una obra que empezó en Mallorca, Ibiza y más tarde en la Península, por finalmente dar el salto en Italia, Perú, Costa Rica, Honduras y Nicaragua. Todas las comunidades estaban organizadas alrededor de dos grandes ejes: la escuela donde se imparte una formación integral y la prestación de los servicios sanitarios. El P. Fundador supo inculcar en sus hijas esta pasión por la busca y la Congregación continuó su obra. La fundación de las Hermanas del Amparo surgió según los parámetros de una Congregación moderna.
Una vez hecha la fundación D. Sebastián le supo imprimir un sello característico a través de sus consejos y escritos. Desde el principio deseó que se llamaran Agustinas, porque él era agustino de coro, aunque como sacerdote secular, no profesara la Regla de San Agustín ni vivía en comunidad. Su secreto estuvo en la clarividencia de las finalidades del Instituto y también en la exigencia y fidelidad a las normas establecidas para el mismo. Con el trato de las Hermanas y en su relación epistolar con ellas, los pedía ante todo una fidelidad interior del coro; pero igualmente un amor a las reglas y una fidelidad exterior, imprescindible para la buena marcha de la comunidad.
La Congregación se formó en la escuela agustiniana de amor a Dios y caridad con los necesidades. En la Regla se llama que los ejercicios piadosos de las Hermanas tienen que ser principalmente los trabajos de caridad. El P. Fundador los dio unas Ordenaciones particulares, por medio de las cuales supo infiltrar en ella una piedad mucho acendrada, teniendo necesidad de comunicar a otras su amor.
Por caridad fundó la Congregación, soportaron penas y trabajos y ofrecieron su vida; 38 hermanas trabajaron en el hospital, casa de expósitos y casas particulares durante el cólera. Tres de ellas sellaron su vida en aquellos días, mártires del amor desinteresado hacia sus semblantes.
La Congregación de Agustinas del Amparo nació de la imperiosa necesidad que sentía D. Sebastián, de llegar hasta donde le urgía el carencia de la caridad. Y la Inclusa carecía de todo calor humano y afecto hacia las personas que allí vivían, se sentía limitado al no poder llegar a todos los que necesitaban su ayuda.
Admirador y devoto de San Agustín volvió sus ojos hacia él, para que como sol de la Iglesia proyectara su luz sobre la urgente necesidad que le angustiaba, brotando de la misma savia agustiniana la Congregación de las Hermanas del Amparo. El fundador estuvo al frente de la misma, hasta que la vejez y la enfermedad le doblaron y el obispo le retiró, consiguiendo que las Hermanas fueran verdaderas hijas de la caridad.